Decir las cosas bien
José Enrique Rodó
Leído por Alba





Decir las cosas bien, tener en la pluma el don exquslto de la gracia y en el pensamiento la inmaculada linfa de luz donde se bañan las ideas para aparecer hermosas, ¿no es una forma de ser bueno?... La caridad y el amor ¿no pueden demostrarse también concediendo a las almas el beneficio de una hora de abandono en la paz de la palabra bella; la sonrisa de una frase armoniosa; el "beso en la frente" de un pensamiento cincelado; el roce tibio y suave de una imagen que toca con su ala de seda nuestro espíritu?
        La ternura para el alma del niño está, así como en el calor        del regazo, en la voz que le dice cuentos de hadas; sin los cuales    habrá algo de incurablemente yermo  en el alma que se forme sin haberlos oído. Pulgarcito  es un mensajero de San Vicente    de Paul. Barba Azul  ha hecho a los párvulos más beneficios    que Pestalozzi. La ternura para nosotros, que sólo cuando nos    hemos hecho despreciables dejamos enteramente de parecernos a    los niños, suele estar también en que se nos arrulle con hemosas    palabras. Como el misionero y como la Hermana, el artista cumple    su obra de misericordia. Sabios: enseñadnos con gracia. Sacerdotes:    pintad a Dios con pincel amable y primoroso, y a la virtud    en palabras llenas de armonía. Si nos concedéis en forma fea y    desapacible la verdad, eso equivale a concedernos el pan con malos modos. De lo que creéis la verdad ¡cuán pocas veces podéis estar absolutamente seguros! Pero de la belleza y el encanto con que lo hayáis comunicado, estad seguros que siempre vivirán.
Hablad con ritmo; cuidad de poner la unción de la imagen sobre la idea; respetad la gracia de la forma ¡oh pensadores, sabios, sacerdotes! y creed que aquellos que os digan que la Verdad debe presentarse en apariencias adustas y severas son amigos traidores de la Verdad.
Este libro pertenece a la colecciòn Alba Learning.
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| Decir las cosas bien | 4:08 | Leído por Alba |