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Fragilidad

Gelesen von Alba

—Te aseguro...

Entonces ella se puso en pie, dando por terminada la conversación, y tranquilamente, sin alterarse, con acento sereno:

—¿Pero a qué vienen esas explicaciones? Es inútil que trates de justificarte. Además, te repito, que encuentro muy lógico que te hayas cansado de mí, porque admitido este hecho, hallo también muy natural que yo me haya cansado de tí... Estamos en igual caso, amigo mío.

Sí, confesémoslo lealmente; uno y otro nos hemos engañado... Pero al fin reconocemos nuestro error. ¿Quién no se equivoca en este mundo? ¡Ah, no hay amor que resista a la influencia del tiempo!

¿Te acuerdas? No hace todavía tres meses que en este mismo gabinete, a esta misma hora, caíamos el uno en brazos del otro, jurándonos amor eterno. Y ya ves que pronto ha terminado todo. ¡Te digo que es cosa de desesperarse! ¿Por qué el amor no ha de durar siempre? ¡Ah mezquindad humana!

No me acuses de ingratitud. ¡Si vieras tú lo que daría yo por quererte como antes! ¡Pero no puedo!

¡Ay! Yo soy la imagen del tiempo: frío hoy y calor mañana. Mi corazón es un barómetro que indica siempre «variable».

¡Pobre amigo mío! Quizás tú continúes queriéndome; quizás todavía no te hayas cansado de mí, y sin embargo, es preciso que terminemos.

Y con acento conmovido, añadió:

—¡Oh, te juro que soy muy desgraciada! ¡Ay!, yo he soñado con las dulzuras del hogar, con un marido cariñoso y enamorado, que me amara tanto como yo a él... ¡Pero para mí es imposible esa felicidad! Yo estoy condenada, inevitablemente, a morirme de aburrimiento cualquier día de estos, sola, abandonada de todos... ¡Triste destino el mío!

¡Y si tú supieras lo que sufro! No me he arrojado una sola vez en los brazos de un hombre, que no lo haya hecho creyendo que estaba enamorada. Pero esta esperanza ha durado bien poco. Los primeros días, sí, he sentido todos los síntomas del amor y he sido feliz. Pero luego ha venido la desilusión y más tarde el hastío...

¡Vete, sí, vete! Yo no puedo continuar amándote... Tengo una naturaleza desequilibrada, soy incapaz de sentir un afecto duradero... Mi corazón se ha gastado a fuerza de experimentar sensaciones. No me guardes rencor y olvídame y sé feliz...

Tú encontrarás con el tiempo una mujer digna de tí, una mujer sensible, discreta, cariñosa, que sepa comprenderte y sepa amarte. ¡Acuérdate entonces de esta pobre mujer y compadécela un poco!

Yo moriré como he vivido... Tengo el corazón muerto... ¿Cómo resucitarlo?

Y ahogada por los sollozos, señaló a su amante la puerta:

—¡Perdóname!


Este libro pertenece a la colecciòn Alba Learning.

Chapters

Fragilidad

6:48

Read by Alba